Hola. Os propongo que a lo largo de este fin de semana hagáis la lectura de esta fábula y los ejercicios de comprensión que hay al final de la misma.
Los caminantes
https://youtu.be/yLG4Xxb7PHw
Adaptación de la
fábula de Esopo
Hace mucho tiempo, un día de primavera,
iban dos hombres paseando juntos mientras charlaban de las cosas del día a día.
Se llevaban muy bien y a ambos les gustaba la compañía del otro.
De repente, uno de ellos llamado Juan,
vio algo que le llamó la atención.
-¡Eh, mira eso! ¡Es una bolsa de piel!
Alguien ha debido de perderla ¿Qué habrá dentro? ¡Venga, vamos a comprobarlo!
Su amigo Manuel, le miró intrigado.
– Está bien… ¡Quizá contenga algo de
valor!
Aceleraron el paso y cogieron la
bolsa con cuidado. Estaba atada fuertemente con una cuerda, pero eran dos tipos
hábiles y la
desenrollaron en menos que canta un gallo. Cuando vieron su contenido, no se lo
podían creer.
– ¡Oh, esto es increíble! ¡Está llena de
monedas de oro! –exclamó Manuel exultante de felicidad – ¡Qué suerte hemos tenido!
A Juan se le congeló la sonrisa y
contestó a su amigo con desdén.
– ¿Hemos?… ¿Qué quieres decir con que
hemos tenido suerte? Perdona, pero soy yo quien ha visto la bolsa, así que todo
este dinero es mío y sólo mío.
Manuel se quedó abatido. Se suponía que eran amigos y le
pareció fatal una actitud tan egoísta. Aun así, decidió acatar su decisión y dejar que todo fuera
para él. Retomaron el camino sin dirigirse la palabra, Juan con una sonrisa de
oreja a oreja y Manuel, como es lógico, muy disgustado.
Apenas habían pasado quince minutos
cuando, a lo lejos, vieron que cinco hombres con muy mala pinta se
acercaban a ellos montados a caballo. Antes de que pudieran reaccionar, los
tenían a su lado a punto de robarles todo aquello de valor que llevaban encima.
El jefe de la banda se percató
de que Juan escondía un saco en su mano derecha.
-¡Rodead a este! – gritó con voz
desagradable, como si se le hubiera metido un cuervo en la garganta – ¡Me
apuesto el pescuezo a que la bolsa que lleva está repleta de dinero contante y
sonante!
Los ladrones ignoraron a Manuel porque
no llevaba nada encima ¡Sólo les interesaba el saco de monedas de Juan! Manuel
aprovechó para alejarse sigilosamente del grupo, pero para Juan no había
escapatoria posible. Los cinco bandidos le tenían completamente acorralado. Con
el rabillo del ojo vio cómo Manuel se largaba de allí y le dijo:
– ¡Estamos perdidos! ¡Estos hombres nos
van a dejar sin nada!
– ¿Qué quieres decir con que estamos
perdidos? Me dejaste muy claro que el tesoro era tuyo y solamente tuyo, así que
ahora apáñatelas como puedas con estos ladrones, porque yo me voy.
Manuel
puso pies en polvorosa y desapareció de su vista en un abrir y cerrar de ojos. Su egoísta
compañero se quedó sólo frente a los cinco bandidos, intentando resistirse
tanto como pudo. Al final, no le sirvió de nada, porque se quedó sólo ante el
peligro y le arrebataron la bolsa a empujones. Los ladrones se fueron con
el botín y se quedó tirado en el suelo, dolorido y con magulladuras por todo el
cuerpo.
Tardó un buen rato en recomponerse y
tomar el camino de vuelta a casa. Mientras regresaba, tuvo tiempo para
reflexionar y darse cuenta del error que había cometido. La avaricia le había hecho
perder no sólo las monedas, sino también a un buen amigo.
Moraleja: Si no te comportas como buen
amigo de tus amigos, no esperes que en los malos momentos ellos estén ahí para
ayudarte.
EJERCICIOS
1-Busca en el Diccionario las palabras que
están en amarillo. Aunque tengan varias acepciones, escribe solo aquella que
explique el significado en este texto.
En ocasiones, puede servirnos un
sinónimo para explicar el significado de la palabra.
2- Investiga qué significa la oración
que está en verde. (La frase hecha es: “poner los pies en polvorosa”)
3- Haz un resumen oral del texto para
contarlo en clase.
4- ¿Qué opinas de esta historia?